martes, 10 de noviembre de 2009

La leyenda del conejo de la Luna

Seguro muchos han escuchado esta conversación:

Luna: "El conejo de la Luna esta cociendo arroz."
Artemis: "El arroz está duro."
Luna: "Tomará consistencia una vez que se halla cocido."


Los japoneses ven en la superficie de la Luna la figura de un conejo preparando Mochi (un dulce típico japonés en base a arroz). Ésta es la leyenda que usan para explicar la imagen:
Un día, un viejo peregrino encontró a un mono, un zorro y una liebre en el campo. El anciano se encontraba agotado por su viaje lo cual le llevó a pedir a los tres animales, como favor, que le consiguiesen algo de comida. El mono se subió a un árbol y recogió jugosas frutas, el zorro con su gran habilidad para cazar atrapó un ave y la liebre, con gran pesar, volvió con las manos vacías.

Al ver al viejo con la cara triste y cansada, se sintió culpable. Entonces recogió ramas y hojas secas, encendió una fogata y se lanzó dentro para ofrecerse a sí misma como alimento. El viejo, conmovido ante el trágico sacrificio del pobre animal, reveló su verdadera identidad. Era un Dios de gran poder que recogió los restos de la liebre y los enterró en la Luna como homenaje a su gesto de solidaridad.

Esta es una historia de sacrificio y entrega. Por ello los conejos saltan, tratando de alcanzar a su héroe que descansa en la Luna.
Aparte de esta leyenda también existe una leyenda maya que trata de explicar la forma que se ve en la Luna:
Quetzalcóatl, el dios Grande y Bueno, se fue a viajar por el mundo convertido en un hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la Luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

-¿Qué estás comiendo?, -le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué harás entonces?
-Morirme, tal vez de hambre y sed.

El conejo se acercó a Quetzalcóatl y le dijo: "Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí".

Entonces el dios acarició al conejito y le dijo: "Tú no eres más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti".

Y lo levantó alto, muy alto, hasta la Luna, donde quedó estampada su figura. Después el dios lo bajó a la tierra diciéndole: "Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos".
Encontrado en: Vanguardia
XOXO
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