Mostrando las entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas

lunes, 24 de septiembre de 2018

¿Eres un jefe o un líder?

¿Eres un jefe o un líder?, ¿saben cómo diferenciarlos?
Les comparto esta infografía para que definen si están en el camino de ser jefes o líderes.

Jefe o líder: la batalla interminable entre poder y liderazgo (infografía)
Infografía ofrecida por Wrike

XOXO
Recuerda que puedes seguirnos en:

martes, 15 de octubre de 2013

Lanzamiento del libro de Chevignon "Denim Project"

El miércoles pasado, Chevignon nos invitó al lanzamiento de su libro "Denim Project". Aquí se nos expuso un pequeño resumen sobre la temática del libro: Todo lo que hay detrás de un Jean.


Nos expusieron la historia que tiene cada uno de los Jeans, desde la recolección del algodón, la hilatura, el teñido con los colores precisos, el corte que llevará, la confección del Denim hasta el proceso final de lavandería. Este libro es el resultado del amor que Chevignon le profesa al Denim, años de investigación, recolección de información y la opinión que dieron diversos artistas desde el punto de vista de la arquitectura, la ilustración, el arte, la gastronomía y la moda.



El libro "Denim Project" es contado de manera extraordinaria por cada una de las personas que intervienen en cada uno de los procesos de creación del Denim, por las personas que intervinieron en el diseño de sus bolsillos, las formas en sus costuras y las diversas tonalidades que presentan, los cuales nos hablan de miles de procesos creativos e industriales.



Los reportes del Global Lifestyle Monitor estiman que el jean constituye la primera opción de vestir de toda la población a nivel mundial, con un promedio de uso de 3,5 días a la semana. Por esto, Chevignon decide rendir tributo a esta prenda, y a través de este libro contar su historia desde otra perspectiva.



Es así como Chevignon nos muestra una vez más que se compromete en brindar lo mejor en calidad e información a sus clientes sobre el mundo jean y de rescatar la labor de quiénes se encuentran detrás de esta icónica prenda.


Con Yeraldin de ModeFemme Blog =)

  XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

miércoles, 17 de abril de 2013

Lo que me dejó la XXX Feria del Fondo

Hasta el miércoles pasado se realizó la XXX Feria del Fondo en la PUCP, como recientemente he pintado mi cuarto estuve buscando cuadros para adornar las paredes así que de repente vi estas litografías y decidí que serían mías jojojo ♥


sábado, 9 de febrero de 2013

El clarividente, arquitecto y geobiólogo suizo Antón Styger presentará en Lima su libro ‘Oraciones para el alma’

Desde muy pequeño Antón Styger (Suiza, 1947) veía seres espirituales que lo perturbaban por la noche. Como niño, lo desconocido lo atraía, pero a la vez quería liberarse de ellos. Así que un día dijo a esas apariciones con mucha determinación “váyanse”, y se alejaron.

Poderes dedicados al bien

Con el paso del tiempo, Antón aumentó su facultad de percibir cosas lejanas y se propuso investigar para hacer de este don algo útil para él y los demás. En paralelo, siguió la carrera de arquitectura y se especializó en geobiología por lo que es muy requerido para sondear casas u oficinas donde la gente y los animales sufren por zonas de perturbaciones.

Ejercicios y rituales

Durante décadas desarrolló diversos ejercicios y oraciones para liberarse de energías ajenas invisibles y de patrones antiguos del alma que luego reunió en los libros: ‘Experiencias entre mundos intermedios, liberaciones de almas’, ‘Experiencias entre mundos intermedios, salvación’, ‘Experiencias entre mundos intermedios, despertar’.

Debido a la gran resonancia de esas obras bestseller es que sintetiza y condensa en el manual ‘Oraciones para el alma’ las instrucciones y rituales de sus anteriores libros.


‘Oraciones para el alma’

El texto contiene plegarias que parecen diálogos amorosos con el Creador. En uno de sus pasajes se lee: “Cada palabra que viene desde el corazón y la formulamos tratándolo de tú, Dios la escucha. Él no es inalcanzable tampoco está muy lejos, se encuentra dentro de nosotros, y es por esto que conoce cada uno de nuestros deseos”.

¿Cómo orar correctamente para que sea útil? Antón Styger señala que es a través de la cercanía a Dios establecida por cada persona con su honradez y bondad de corazón. “Si lo solicitado no es para el bien de todos los involucrados debe considerarse afortunado de no ser escuchado”.

Las invocaciones ayudarán al lector a manifestar nuevos y fuertes pensamientos. No son solicitudes sino la confirmación de su propio yo divino. No tienen efecto con sólo recitarlo sino que la persona debe estar presente con todos sus sentidos.

El libro con más de 170 páginas contiene, entre otras: Oraciones matutinas, nocturnas, de limpieza del aura; ritual para desprenderse de sentimientos de envidia, odio, ira, celos; disolución de las experiencias con el hambre, la  pobreza y las deficiencias; oración para los padres, agradecimiento para todas las criaturas; deseos y pedidos a la propia conciencia suprema y a los divinos mundos espirituales, por ejemplo, pedido de la pareja deseada, oración de agradecimiento por el ser amado; liberación de las alergias y otros sufrimientos del cuerpo.

Queridos lectores, si están interesados en el poder de las oración, les cuento que la conferencia y presentación del libro se llevará a cabo este jueves 14 de febrero, a las 6:30 p.m., en el Goethe-Institut Lima, ubicado en el jirón Nazca 722 - Jesús María. El libro, editado por XUND, estará a la venta a S/.34.00 en todas las librerías a partir del jueves 14 de febrero.

Están todos cordialmente invitados.

 XOXO 
Recuerda que puedes seguirme en:

lunes, 2 de julio de 2012

Una razón, un momento o para toda la vida

Las personas viene a tu vida por una razón, un momento o para toda la vida. Cuando sepas cuál es, sabrás que hacer por ésa persona...


Cuando alguien está en tu vida por una razón, generalmente es para satisfacer una necesidad que tienes. Han venido para ayudarte con una dificultad, para guiarte y darte apoyo. Para ayudarte físicamente, emocionalmente o espiritualmente. Ellos están por la razón que necesites que sean.

Luego, sin actuar de mala fe o en un momento inconveniente, ésa persona dirá o hará algo para que la relación termine. A veces mueren. A veces se alejan. A veces actúan y te fuerzan a tomar una posición.

Lo que debemos de entender es que nuestras necesidades fueron cubiertas, nuestros deseos fueron cumplidos, su trabajo está hecho y ahora es tiempo de seguir adelante.


Algunas personas llegan a tu vida por un momento porque ha llegado su turno para compartir, crecer y aprender. Ellos te traen una experiencia de paz o te hacen reír.

Quizás te puedan enseñar algo que nunca has hecho antes. Generalmente, te darán una cantidad inimaginable de felicidad. Créelo, es real. Pero sólo por un tiempo...


Las relaciones para toda la vida te enseñarán lecciones de vida, cosas que debes de construir para tener una sólida base emocional.

Tu tarea es aceptar la lección, amar a esta persona y utilizar todo lo aprendido en todas las demás relaciones y áreas de tu vida. Se dice que el amor es ciego pero la amistad es clarividente.

Gracias por ser parte de mi vida, aún si fueras una razón, un momento o para toda la vida.


XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

lunes, 14 de junio de 2010

De por qué el amor es ciego...


Cuenta que una vez, se reunieron en un lugar de la tierra, todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, La Locura siempre tan loca, propuso: ¿Vamos a jugar a las escondidas?

La Intriga levantó una ceja intrigada y la Curiosidad sin poder contenerse preguntó:

- ¿A los escondidos? y ¿Cómo es eso? -

Es un juego – explicó La Locura- en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, al primero de ustedes que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego.

El Entusiasmo bailó entusiasmado secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar. La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban, la Soberbia opinó que era un juego muy tonto – En realidad en el fondo lo que le molestaba era que la idea no se le hubiera ocurrido a ella- y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

1,2,3... comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza, como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzó a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos:

- ¿Qué si una rendija de un árbol? Perfecto para la Timidez.
- ¿Qué si el vuelo de una mariposa? Formidable para la Voluptuosidad.
- ¿Qué si una ráfaga de viento? Magnífico para la Libertad.
- ¿Qué si un lago cristalino? Ideal para la Belleza.

Así terminó por acurrucándose en un rayito de sol. El Egoísmo en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo, pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos, mentira en realidad se escondió detrás del arcoiris. La Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido... se me olvidó donde se escondió el olvido..., pero eso no es lo más importante.

Cuando la Locura contaba ya 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

¡Un millón! Contó la locura y comenzó a buscar.......

La primera fue la Pereza a sólo tres pasos detrás de una piedra. Después se escuchó a la Fe discutiendo con Dios sobre teología, y a la Pasión y al Deseo sintió en el vibrar de los volcanes.

En un descuido, encontró a la Envidia y claro pudo decir donde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, porque él solo salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza, con la Duda resultó ser más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos...

Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arcoiris, mentira en realidad estaba en el fondo del mar. Hasta al Olvido.... se le olvidó que ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos.

Pero lo curioso era que el Amor no aparecía por ningún sitio. La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas, en la nubes, en el viento, etc. y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y pensó:

¨El Amor como siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas.....¨

Tomo una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó: no se había dado cuenta que las espinas habían herido en los ojos al amor. La Locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Es desde entonces, desde la primera vez que se jugó en la tierra a los escondidos, que el Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña.

Fin.
XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

martes, 10 de noviembre de 2009

La leyenda del conejo de la Luna

Seguro muchos han escuchado esta conversación:

Luna: "El conejo de la Luna esta cociendo arroz."
Artemis: "El arroz está duro."
Luna: "Tomará consistencia una vez que se halla cocido."


Los japoneses ven en la superficie de la Luna la figura de un conejo preparando Mochi (un dulce típico japonés en base a arroz). Ésta es la leyenda que usan para explicar la imagen:
Un día, un viejo peregrino encontró a un mono, un zorro y una liebre en el campo. El anciano se encontraba agotado por su viaje lo cual le llevó a pedir a los tres animales, como favor, que le consiguiesen algo de comida. El mono se subió a un árbol y recogió jugosas frutas, el zorro con su gran habilidad para cazar atrapó un ave y la liebre, con gran pesar, volvió con las manos vacías.

Al ver al viejo con la cara triste y cansada, se sintió culpable. Entonces recogió ramas y hojas secas, encendió una fogata y se lanzó dentro para ofrecerse a sí misma como alimento. El viejo, conmovido ante el trágico sacrificio del pobre animal, reveló su verdadera identidad. Era un Dios de gran poder que recogió los restos de la liebre y los enterró en la Luna como homenaje a su gesto de solidaridad.

Esta es una historia de sacrificio y entrega. Por ello los conejos saltan, tratando de alcanzar a su héroe que descansa en la Luna.
Aparte de esta leyenda también existe una leyenda maya que trata de explicar la forma que se ve en la Luna:
Quetzalcóatl, el dios Grande y Bueno, se fue a viajar por el mundo convertido en un hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la Luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

-¿Qué estás comiendo?, -le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué harás entonces?
-Morirme, tal vez de hambre y sed.

El conejo se acercó a Quetzalcóatl y le dijo: "Mira, yo no soy más que un conejito, pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí".

Entonces el dios acarició al conejito y le dijo: "Tú no eres más que un conejito, pero todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti".

Y lo levantó alto, muy alto, hasta la Luna, donde quedó estampada su figura. Después el dios lo bajó a la tierra diciéndole: "Ahí tienes tu retrato en luz, para todos los hombres y para todos los tiempos".
Encontrado en: Vanguardia
XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

domingo, 28 de junio de 2009

La leyenda del hilo rojo

el hilo rojo

Wei Gu vivía en Dulin. Sus padres murieron cuando él era pequeño, por lo tanto quería casarse a una edad temprana. Sin embargo, todas sus propuestas de matrimonio fueron rechazadas. Durante el reinado de Tang Taizong (años 626 a 649), en una visita turística a Qinghe, se hospedó en un hotel de la región sur de la ciudad de Song. Un viajero le comentó acerca de una joven doncella, la hija de Pan Fang, un funcionario del gobierno de Qinghe, y lo invitó a encontrarse con la familia de Pan frente al Templo Longxing a la mañana siguiente.

Muy temprano en la mañana, Wei Gu no contuvo su impaciencia y se precipitó al templo. La luna todavía estaba en el cielo cuando llegó. Había un anciano sentado en los escalones del templo, recostado sobre un bolso, leyendo un libro bajo la luz de la luna. Wei Gu echó un vistazo al libro, pero no podía leer sus palabras, entonces con curiosidad preguntó al anciano: “¿qué tipo de libro está leyendo? Desde pequeño he estudiado muchas diferentes lenguas, hasta sánscrito indio. Pero debo confesar que nunca me he encontrado con la lengua escrita en este libro, ¿qué puede decirme sobre él?” El anciano sonrió y dijo: “este no es un libro escrito por seres humanos, proviene de 'el mundo invisible', ¿cómo podría usted leerlo?” Entonces Wei Gu preguntó: “¿qué hace aquí alguien de 'el mundo invisible'?” El anciano contestó: “usted llegó demasiado temprano, no es que yo no debiera estar aquí. Todos los administradores del Mundo Yin (mundo subterráneo) administran todo en el mundo Yang, que también es llamado el mundo humano, ¿por qué no deberíamos venir aquí?”

“Dígame, ¿usted de qué es responsable?”, preguntó Wei. “De los matrimonios de la gente”, aseguró el anciano. Wei Gu se exaltó y dijo, “mis padres murieron cuando yo era pequeño, entonces me gustaría casarme a una edad temprana porque no quisiera que mi descendencia se extinga. Sin embargo, todas las propuestas de matrimonio que hice durante los últimos diez años fueron rechazadas. Alguien me comentó sobre la hija del oficial Pan Fang, ¿piensa que ella se casará conmigo?” El anciano respondió: “no, ella no será su esposa. La mujer con la que usted se casará tiene ahora sólo tres años y se casará con usted cuando tenga 17. En este bolso llevo un hilo rojo que uso para unir los pies de las parejas. Una vez que están destinados a casarse, ato sus pies con este hilo rojo. No importa si son enemigos, ricos, pobres o están separados por una larga distancia, mientras el hilo rojo esté atado, ellos se casarán. Cuando los pies de ella estén atados al suyo, será inútil para usted buscar otra”.

Wei Gu necesitaba saber más, “¿Quién es mi esposa? ¿Dónde vive ella?” El anciano contestó, “su futura esposa vive con una familia que vende verduras, al norte del hotel”. “¿Puedo verla?” preguntó Wei Gu. El anciano dijo: “ella siempre está con la anciana que vende verduras, venga conmigo y se la mostraré”.

Las personas con la que Wei Gu estaba supuesto a encontrarse en el templo no aparecieron esa mañana. El anciano cerró el libro, recogió el bolso y guió a Wei Gu al mercado. Al llegar allí, vieron a una anciana con un ojo ciego que sostenía a una niña de tres años. Ambas lucían muy sucias y feas. El anciano señaló a la niña y dijo: “Esa es tu esposa”. Wei Gu, en cólera, preguntó, “¿Puedo matarla?”, el anciano respondió: “Esta niña está destinada a ser rica y a vivir una vida honorable y, además, encontrará la felicidad con usted. Por lo tanto, ¿cómo podría ser asesinada?” Al instante el anciano desapareció.

Una vez que Wei Gu volvió a su casa, afiló un cuchillo, se lo dio a su criado y le dijo: “Siempre has manejado bien mis asuntos. Si puedes matar a esta niña para mí, te recompensaré con 10.000 monedas”. El criado estuvo de acuerdo y, escondiendo el cuchillo en su manga, se dirigió al mercado, apresuradamente apuñaló a la muchacha y se alejó rápidamente. Fue capaz de escapar de la escena porque aquel día había una gran muchedumbre en el mercado.

Cuando el criado volvió, Wei Gu preguntó, “¿La apuñaló?” El criado contestó: “Traté de apuñalar su corazón, pero fallé, entonces la apuñalé entre las cejas”.

Wei Gu siguió proponiendo matrimonio a distintas mujeres sin ningún éxito. Otros 14 años habían pasado cuando le ofrecieron trabajar para Wang Tai, un funcionario de defensa en Xiangzhou. Tiempo después Wang Tai le entregó la mano de su hija en matrimonio porque encontró que Wei Gu estaba altamente calificado. La esposa de Wei Gu tenía entre 16 y 17 años y era muy hermosa. Wei Gu estaba muy contento, sin embargo, observó que su esposa siempre ponía una pequeña flor artificial entre sus cejas y nunca se la quitaba, incluso cuando se bañaba.

Al final del año, preguntó a su esposa por qué siempre llevaba puesta una flor artificial entre sus cejas. Ella le dijo, “en realidad soy la sobrina de Wang Tai, no su hija. Mi padre era el líder de un condado y murió en funciones, mi madre y hermano murieron más tarde; yo era un bebé en ese entonces. La única propiedad que mis padres dejaron era una casa al sur de la ciudad de Song. Viví allí con mi niñera Chen, ella sintió lastima por mí y siempre me cuidó. Sobrevivíamos vendiendo verduras. Cuando tenía tres años, estábamos con Chen en el mercado cuando repentinamente un loco me apuñaló entre las cejas dejándome una cicatriz que cubro con esta flor artificial. Aproximadamente 7 u 8 años más tarde, mi tío vino a Lulong para asumir un cargo. Me adoptó como su hija y me mudé con él, luego me casé con usted”.

Wei Gu asombrado indagó: “¿La niñera Chen tenía un ojo ciego?” Su esposa contestó: “Sí, ¿cómo lo sabe?” Wei Gu confesó: “En realidad, yo envié a aquel hombre loco. Esto es tan extraño”. Entonces relató a su esposa la historia entera.

El destino no puede ser cambiado por el hombre. Entendiendo esto, la pareja de ahí en adelante se hizo más respetuosa el uno del otro. El alcalde de la ciudad de Song oyó sobre este matrimonio predestinado y por lo tanto llamó a aquel hotel “Hotel del Compromiso”.
xxxHOLiC0716LG

El Hilo Rojo es una leyenda anónima de origen chino, que dice que entre dos personas que están destinadas a tener un lazo afectivo existe un hilo rojo, que viene con ellas desde su nacimiento. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que las personas vayan a conocerse y no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso, pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.

El texto literal viene a decir: Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.

En china,  se tiene también la creencia de que a veces el hilo rojo es tan largo que nunca jamás se encuentra a la persona que esta atada del otro extremo, o que al estar roto y ser invisible nunca nos llevara hasta nuestro verdadero amor.

7

Esta leyenda es interpretada de forma diferente en Japón, cuando se descubre que la arteria ulnar conecta el corazón con el dedo meñique. Al estar unidos por esa arteria se comenzó a decir que los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones; es decir, simbolizaban el interés compartido y la unión de los sentimientos. Incluso durante el Periodo Edo (1603 a 1867) algunas mujeres se amputaban el dedo meñique para demostrarles su amor a sus maridos. Se consideraba un símbolo de completa lealtad.

Por eso en japonés los kanjis de "promesa de meñique" significan "dedo cortado". Los japoneses suelen cerrar promesas haciendo una “promesa de meñique”, a la que corresponde esta canción infantil:

♪ Yubikiri genman, uso tsuitara hari senbon nomasu… ♪
♪ Promesa del dedo meñique, si miento me tragaré mil agujas... ♪

XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

jueves, 4 de junio de 2009

El túnel - Ernesto Sábato (fragmento)

Adoro este libro, quiero compartir con ustedes uno de mis fragmentos favoritos.

el_tunel

"...Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estábamos frente a frente contemplándonos estáticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como en un sueño a tiempos de infancia y yo la veía correr desenfrenadamente en su caballo, con los cabellos al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados. Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí, como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin unido y que la hora del encuentro había llegado.

¡La hora del encuentro había llegado! Pero ¿realmente los pasadizos se habían unido y nuestras almas se habían comunicado? ¡Qué estúpida ilusión mía había sido todo esto! No, los pasadizos seguían paralelos como antes, aunque ahora el muro que los separaba fuera como un muro de vidrio y yo pudiese verla a María como una figura silenciosa e intocable... No, ni siquiera ese muro era siempre así: a veces volvía a ser de piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad, o le había intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad. Y a veces sucedía que cuando yo pasaba frente a una de mis ventanas ella estaba esperándome muda y ansiosa (¿por qué esperándome? ¿y por qué muda y ansiosa?); pero a veces sucedía que ella no llegaba a tiempo o se olvidaba de este pobre ser encajonado, y entonces yo, con la cara apretada contra el muro de vidrio, la veía a lo lejos sonreír o bailar despreocupadamente o, lo que era peor, no la veía en absoluto y la imaginaba en lugares inaccesibles o torpes. Y entonces sentía que mi destino era infinitamente más solitario que lo que había imaginado..."

XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

La muerte del Amor


Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos ellos.

Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cual era el propósito.

Cuando estuvieron todos hablo el Odio y dijo:

- Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien.

Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio el que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí, quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos.

- "Quiero que maten al Amor", dijo.

Muchos sonrieron malévolamente pues más que uno le tenía ganas.

El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo:

-Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".

Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron tan decepcionados:

- Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante.

Fue entonces cuando muy diligente se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo:

-En vista de que El Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará.

Y empezó la ambición el ataque hacia su víctima quién, efectivamente, cayó herida pero después de luchar por salir adelante renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el Odio, por el fracaso de la Ambición envío a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró, y pensó, que no quería morir y, con valentía y fortaleza, se impuso sobre ellos y los venció.

Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros.

Envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Cantaleta, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.

El Odio convencido de que el Amor era invencible les dijo a los demás:

-No hay nada que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos.

De pronto de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido que vestía de negro con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver. Su aspecto era fúnebre como el de la muerte:

- "Yo mataré el Amor", dijo con seguridad.

Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo lo que ninguno había podido. El Odio dijo:

- Ve y hazlo.

Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después de mucho esperar que por fin EL AMOR HABIA MUERTO.

Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló:

- Ahí les entrego al Amor totalmente muerto y destrozado y sin decir más se marchó.

- "Espera ", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir."

- ¿Quién eres?

El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
- SOY LA RUTINA.

XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

lunes, 1 de junio de 2009

La leyenda de la Princesa Kaguya

Kaguya (かぐや o 輝夜, Luz Brillante) o Kaguya Hime (輝夜姫, Princesa Luz Brillante) es una leyenda japonesa que me interesó gracias a Sailor Moon (admito que soy media moonie xD ), aquí se las dejo:

kaguya
Había una vez un anciano que vivía con su esposa. Un día fue a una plantación de bambú para recolectar brotes, y se encontró allí con un árbol de bambú que tenía luz en su interior. Se preguntó por qué y sintió una gran curiosidad acerca de lo que habría dentro.

Cuidadosamente cortó el bambú y se quedó asombrado al encontrar a un precioso bebé en el interior. Decidió recogerla y llevarla a su casa. Consultó con su mujer que hacer con el bebé, y llegaron a la conclusión de que era un regalo de Dios. Decidieron llamar a la niña Kaguya-Hime (Princesa de la Luz Brillante). A partir de aquel día, cada vez que el anciano cortaba bambú, encontraba oro dentro de él, no tardó en hacerse rico y construir una gran casa.

Varios años después, el bebé creció y se convirtió en una linda joven. Todo el mundo la conocía porque era elegante y hermosa. Cinco príncipes llegaron a su casa para pedir su mano en matrimonio. Ella era reacia a casarse, así que les propuso varias tareas imposibles para llevar a cabo antes de conseguir casarse con ella.

El primero quedó encargado de traer el caliz sagrado de Buda que se encontraba en La India. Al segundo príncipe se le encargó recuperar una legendaria rama hecha de plata y oro. El tercero tenía que intentar conseguir la legendaria túnica hecha con el pelo de la rata de fuego, que se dice que está en China. Al cuarto, una joya de colores que brillaba al cuello de un dragón. Al último príncipe, le encargó una concha preciosa que las golondrinas guardaban como un tesoro. La princesa pidió cosas que nadie sabía que existían y estaban muy desilusionados.

Luego de esto, los jóvenes dejaron de ir por algún tiempo a la casa del viejito ya que todos estaban buscando los deseos de la princesa. Un día, llego el primer hombre y trajo la taza de Buda que la princesa había pedido, pero él no fue a India como ella lo pidió, en su lugar trajo una taza sucia de un templo cerca de Kyoto. Cuando la princesa lo vio, ella supo inmediatamente que esta no era la taza de Buda, porque aunque era muy vieja y estaba hecha de piedra, la taza que era de India siempre tenía un brillo sagrado.

El segundo no tenía idea de donde podría encontrarse una rama de plata y oro, además no quería hacer un largo viaje y como él era muy rico, decidió ordenárselo a unos joyeros. Luego le llevó el regalo a la princesa. Era tan maravillosa que ella pensó que realmente se trataba de lo que había pedido y pensó que no podría escapar del matrimonio con este joven de no ser porque los joyeros aparecieron para preguntar por su dinero. De esta manera la princesa supo que la rama no era la verdadera, y por tanto, no era lo que ella había deseado.

El tercero, a quién se le había pedido la túnica de pelo de rata de fuego, les dio una gran cantidad de dinero a algunos comerciantes que iban a China. Ellos le trajeron una piel vistosa y le dijeron que pertenecía a la rata de fuego. Se lo llevó a la princesa y ella dijo "realmente es una piel muy fina. Pero el pelo de la rata de fuego no arde, aún cuando se tira al fuego. Probémoslo". Y ella tiró la piel en el fuego, y como era de esperar la piel ardió en unos minutos, el joven se fue enfadado y avergonzado.

El cuarto era muy valiente e intentó encontrar el dragón por sí mismo. Navegó y vagó durante mucho tiempo, porque nadie supo donde vivía el dragón. Pero durante una jornada, fue asediado por una tormenta y casi muere. No podía buscar más al dragón y se fue a su casa. De vuelta en su hogar, se encontraba muy enfermo y no pudo volver con la Princesa Kaguya.

El quinto y último de los hombres buscó en todos los nidos, y en uno de ellos pensó que la había encontrado; pero al bajar tan aprisa por la escalera se cayó y se lastimó. Ni siquiera lo que tenía en su mano era la concha que la princesa había pedido, sino una golondrina vieja y dura.

De este modo todos habían fallado, y ninguno podría casarse con la princesa. La reputación de la princesa era tal, que un día El Emperador quiso conocer su extraordinaria belleza. El Emperador quedó prendado de la joven y le pidió que se casara con él y fuera a vivir a su palacio. Pero la princesa rechazó también su propuesta, diciéndole que era imposible ya que ella no había nacido en el planeta y no podía ir con él. No obstante, El Emperador no pudo olvidarla y siguió insistiendo.

Ese verano, cada vez que la princesa miraba la luna sus ojos se llenaban de lágrimas. Su anciano padre quiso saber qué le ocurría, pero ella no respondió. Cada día que pasaba la joven estaba más triste y siempre que miraba la luna no podía dejar de llorar. Los ancianos estaban muy preocupados, pero la princesa guardaba silencio. Un día antes de la luna llena de mediados de agosto, la princesa explicó por qué estaba tan triste. Explicó que no había nacido en el planeta, sino que procedía de la luna, a dónde debía regresar en la próxima luna llena, y que vendrían personas a buscarla.

Los ancianos trataron de convencerla de que no partiera, pero ella contestó que debía hacerlo. Así que el anciano corrió en busca del Emperador, y le contó toda la historia, enviando éste último una gran cantidad de soldados a casa de la princesa. En la noche de la luna llena de mediados de agosto, los guerreros rodearon la casa en su intento de proteger a la princesa, mientras ésta se hallaba en el interior con sus padres esperando por la gente de la luna que vendrían a por ella. Cuando la luna se puso llena, una inmensa luz los cegó a todos y la gente de la luna bajaron a por la princesa, los soldados no pudieron combatir porque estaban cegados por aquella inmensa luz y porque extrañamente habían perdido las ganas de luchar.

La princesa se despidió de sus padres, y les dijo que no deseaba irse, pero que tenía que hacerlo. También se despidió del Emperador por medio de una carta. El desolado Emperador envió un ejército entero de soldados a la montaña más alta de Japón, el gran Monte Fuji. La misión encargada era subir hasta la cima y quemar la carta que Kaguya-Hime había escrito, con la esperanza de que llegara a la ahora distante princesa.

Años después, de la luna cayó la capa que las personas de la luna le dieron a la princesa Kaguya-Hime. Un monje, llamado Miatsu, que pasaba por ahí se enteró de la historia de la princesa y fue a ver al Emperador. Le dijo que si alguna vez la luna llena aparecía más de lo debido, llevaran la capa al Monte Fuji y lo quemaran. Cuando el Emperador preguntó la razón, el monje le dijo que la princesa Kaguya había recibido la carta que el había quemado tanto tiempo atrás, y que se encontraba molesta por no haberse podido quedar en el planeta, por lo que había decidido convertir a la tierra en un lugar como la luna: sin espacio ni tiempo, sumida en la noche eterna, para poder regresar. El Emperador le pidió al monje que sellará a Kaguya en un lugar del cual jamás pudiera salir. El monje Miatsu lo hizo así, en un espejo del palacio (que fue conocido como espejo de la vida o de la luna) con los cinco objetos que la princesa había pedido a sus pretendientes, como llaves de abertura y cerradura del portal entre la luna y la tierra (el monje los tenía); de esta forma la humanidad estaría a salvo del poder de la princesa. La capa de Kaguya-Hime fue entregada a una familia reconocida y ancestral de la que se decía que sus miembros poseían poderes espirituales.
kaguya-hime
La princesa Kaguya se enteró por medio de un susurro de un sirviente del palacio que estaba encargado de cuidar el espejo que la mantenía cautiva del hechizo y el engaño del Emperador, así que le pidió a una de las personas de la luna que hiciera que del Monte Fuji cayera fuego, lava, cenizas y gases venenosos que causaran la muerte de la región entera. La persona así lo hizo, y tomando la furia de la princesa como componente principal, creó al volcán (antes era nada más una montaña), que no hizo erupción debido a que la rabia de la princesa no era suficiente así que tenían que esperar hasta que la rabia de la princesa se acumulara y fuera la suficiente para hacer estallar al volcán. Desde entonces las erupciones del Fuji (pocas en la historia), han sido violentas, debido a la furia de Kaguya-Hime.

XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:
Google+

miércoles, 20 de mayo de 2009

Cuento: La Reina de las Nieves (VII)

Aquí les dejo la parte final de este hermoso cuento, espero que les halla gustado :D

SÉPTIMO EPISODIO:

Del palacio de la Reina de las Nieves y de lo que luego sucedió
Los muros del castillo eran de nieve compacta, y sus puertas y ventanas estaban hechas de cortantes vientos; había más de cien salones, dispuestos al albur de las ventiscas, y el mayor tenía varias millas de longitud. Los iluminaba la refulgente aurora boreal, y eran todos ellos espaciosos, vacíos, helados y brillantes. Nunca se celebraban fiestas en ellos, ni siquiera un pequeño baile de osos, en que la tempestad hubiera podido actuar de orquesta y los osos polares, andando sobre sus patas traseras, exhibir su porte elegante.

Nunca una reunión social, con sus manotazos a la boca y golpes de zarpa; nunca un té de blancas raposas: todo era desierto, inmenso y gélido en los salones de la Reina de las Nieves. Las auroras boreales flameaban tan nítidamente, que podía calcularse con exactitud cuándo estaban en su máximo y en su mínimo. En el centro de aquella interminable sala desierta había un lago helado, roto en mil pedazos, tan iguales entre sí que el conjunto resultaba una verdadera obra de arte. En medio se sentaba la Reina de las Nieves cuando residía en su palacio; decía entonces que estaba sentada en el espejo de la razón, y que éste era el único y el mejor espejo del mundo.

Kay estaba amoratado de frío, casi negro; pero no se daba cuenta, pues ella lo había hecho besar por la helada, y su corazón era como un témpano de hielo. Se entretenía arrastrando cortantes pedazos de hielo llanos y yuxtaponiéndolos de todas las maneras posibles para formar con ellos algo determinado, como cuando nosotros combinamos piezas de madera y reconstituimos figuras: lo que llamamos un rompecabezas. El muchacho obtenía diseños extremadamente ingeniosos; era el gran rompecabezas helado de la inteligencia. Para él, aquellas figuras eran perfectas y tenían grandísima importancia; y todo por el granito de hielo que tenía en el ojo. Combinaba figuras que eran una palabra escrita, pero de ningún modo lograba componer el único vocablo que le interesaba: ETERNIDAD. Sin embargo, la Reina de las Nieves le había dicho: - Si consigues componer esta figura, serás señor de ti mismo y te regalaré el mundo entero y un par de patines por añadidura -. Pero no había modo.

- Tengo que marcharme a las tierras cálidas -dijo la Reina de las Nieves-. Quiero echar un vistazo a los pucheros de hierro. Se refería a los volcanes que nosotros llamamos Etna y Vesubio. Les pondré un poquitín de blanco, como corresponde; y además les irá bien a los limones y a las uvas -. Y levantó el vuelo, dejando a Kay solo en aquella sala helada y enorme, tan lejana, entregado a sus combinaciones con los pedazos de hielo, pensando y cavilando hasta sorberse los sesos. Permanecía inmóvil y envarado; se le hubiera tomado por una estatua de hielo.

Y he aquí que Gerda franqueó la puerta del palacio. Soplaban en él vientos cortantes, pero cuando la niña rezó su oración vespertina, se calmaron como si les entrara sueño; y ella avanzó por las enormes salas frías y desiertas: ¡allí estaba Kay! Lo reconoció enseguida, se le arrojó al cuello y, abrazándolo fuertemente,
exclamó:
- ¡Kay! ¡Mi Kay querido! ¡Al fin te encontré!

Pero él seguía inmóvil, tieso y frío; y entonces Gerda lloró lágrimas ardientes, que cayeron sobre su pecho y penetraron en su corazón, derritiendo el témpano de hielo y destruyendo el trocito de espejo. Él la miró, y la niña se puso a cantar:
"Florecen en el valle las rosas.
¡Bendito seas, Jesús, que las haces tan hermosas!"

Entonces Kay prorrumpió en lágrimas; lloraba de tal modo, que el granito de espejo le salió flotando del ojo. Reconoció a la niña y gritó alborozado:
- ¡Gerda, mi querida Gerda! ¿Dónde estuviste todo este tiempo? ¿Y dónde he estado yo? -. Y miraba a su alrededor-. ¡Qué frío hace aquí! ¡Qué grande es esto y qué desierto! -. Y se agarraba a Gerda, que de alegría reía y lloraba a la vez.

El espectáculo era tan conmovedor, que hasta los témpanos se pusieron a bailar, y cuando se sintieron cansados y volvieron a echarse, lo hicieron formando la palabra que, según la Reina de las Nieves, podía hacerlo señor de sí mismo y darle el mundo entero y un par de patines además.

Gerda lo besó en las mejillas, y éstas cobraron color; lo besó en los ojos, que se volvieron brillantes como los de ella; lo besó en las manos y los pies, y el niño quedó sano y contento. Ya podía volver la Reina de las Nieves; su carta de emancipación quedaba escrita con relucientes témpanos de hielo.

Cogidos de la mano, los niños salieron del enorme palacio, hablando de la abuelita y de las rosas del tejado; y dondequiera que fuesen, al punto amainaba el viento y salía el sol. Al llegar al arbusto de las bayas rotas, vieron al reno que los aguardaba, en compañía de una hembra con las ubres llenas, que dio a los niños su tibia leche y los besó en la boca.

Acto seguido condujeron a Kay y Gerda a la casa de la mujer finlandesa, en cuya caldeada habitación se reconfortaron, y la mujer les indicó el camino de su patria. Hicieron también escala en la choza de la lapona, que entretanto había cosido vestidos para ellos y reparado sus trineos.

La pareja de renos, saltando a su lado, los siguió hasta la frontera del país, donde brotaba la primera hierba; allí se despidieron de los animales y de la lapona.

- ¡Adiós! -se dijeron todos-. Y las primeras avecillas piaron, el bosque tenía yemas verdes, y de su espesor salió un soberbio caballo, que Gerda reconoció - era el que había tirado de la dorada carroza -, montado por una muchacha que llevaba la cabeza cubierta con un rojo y reluciente gorro, y pistolas al cinto. Era la hija de los bandidos, que harta de los suyos, se dirigía hacia el Norte, resuelta a encaminarse luego a otras regiones si aquélla no la convencía. Reconoció inmediatamente a Gerda, y ésta a ella, con gran alegría de ambas.

- ¡Valiente mocito, que se marchó tan lejos! -dijo a Kay- Me gustaría saber si te mereces que vayan a buscarte al fin del mundo.

Pero Gerda, dándole unos golpecitos en las mejillas, le preguntó por el príncipe y la princesa.
- Se fueron a otras tierras -dijo la muchacha.
- ¿Y la corneja?
- La corneja murió. Ahora la domesticada es viuda y va con un hilo de lana negra en la pata; no hace más que lamentarse, aunque todo es comedia. Pero cuéntame qué fue de ti y cómo lo pescaste.

Gerda y Kay se lo contaron.
- ¡Y colorín colorado, vuestro cuento se ha acabado! -dijo la pequeña bandolera; y, cogiendo a los dos de la mano, les prometió visitarlos si algún día iba a su ciudad; dicho esto, se marchó por esos mundos.

Kay y Gerda continuaron cogidos de la mano, y, según avanzaban, surgía la primavera con flores y follaje; las campanas de las iglesias repicaban, y los niños reconocieron las altas torres y la gran ciudad natal. Se dirigieron a la puerta de la abuelita, subieron las escaleras y entraron en el cuarto, donde todo seguía como antes, en su mismo lugar. El reloj decía « ¡tic, tac!», y las agujas giraban; pero al pasar la puerta se dieron cuenta de que se habían vuelto personas mayores.

Las rosas del terrado florecían entrando, por la abierta ventana, y a su lado estaban aún sus sillitas de niños, Kay y Gerda se sentaron cada cual en la suya, sin soltarse las manos. Habían olvidado, como si hubiese sido un sueño de pesadilla, la magnificencia gélida y desierta del palacio de la Reina de las Nieves. La abuelita, sentada a la clara luz del sol de Dios, leía la Biblia en voz alta: «Si no os volvéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos».

Kay y Gerda se miraron a los ojos y de pronto comprendieron la vieja canción:
"Florecen en el valle las rosas.
¡Bendito seas, Jesús, que las haces tan hermosas!"

Y permanecieron sentados, mayores y, sin embargo, niños, niños por el corazón. Y llegó el verano, el verano caluroso y bendito.
XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:


miércoles, 13 de mayo de 2009

Cuento: La Reina de las Nieves (VI)

SEXTO EPISODIO:

La mujer lapona y la mujer finlandesa
Hicieron alto frente a una casita de aspecto muy pobre. El tejado llegaba hasta el suelo, y la puerta era tan baja que, para entrar y salir, la familia tenía que arrastrarse. Nadie había en la casa, aparte una vieja lapona que cocía pescado en una lámpara de aceite. El reno contó toda la historia de Gerda, aunque después de haber relatado la propia, que estimaba mucho más importante. La niña estaba tan aterida de frío, que no podía hablar.

- ¡Pobres! -dijo la mujer lapona-. ¡Lo que os queda aún por andar! Tenéis que correr centenares de millas antes de llegar a Finlandia, que es donde vive la Reina de las Nieves, y todas las noches enciende un castillo de fuegos artificiales. Escribiré unas líneas sobre un bacalao seco, pues papel no tengo, y lo entregaréis a la finlandesa de allá arriba. Ella podrá informaros mejor que yo.

Y cuando Gerda se hubo calentado y saciado el hambre y la sed, la mujer escribió unas palabras en un bacalao seco y, recomendando a la niña que cuidase de no perderlo, lo ató al reno, el cual reemprendió la carrera. «¡P-ff! ¡P-ff!», seguía rechinando en el cielo; y durante toda la noche lucieron magníficas auroras boreales azules. Luego llegaron a Finlandia, y llamaron a la chimenea de la mujer finlandesa, ya que puerta no había.

La temperatura del interior era tan elevada, que la misma finlandesa iba casi desnuda; era menuda y en extremo sucia. Se apresuró a quitar los vestidos a Gerda, así como los mitones y botas, ya que de otro modo el calor se le habría hecho insoportable; puso un pedazo de hielo sobre la cabeza del reno y luego leyó las líneas escritas en el bacalao.

Las leyó por tres veces, hasta que se las hubo aprendido de memoria, y a continuación echó el pescado en el caldero de la sopa, pues era perfectamente comestible, y aquella mujer a todo le hallaba su aplicación.

Entonces el reno empezó a contar su historia y después la de Gerda. La mujer finlandesa se limitaba a pestañear, sin decir una palabra.
- Eres muy lista -dijo el reno-. Sé que puedes atar todos los vientos del mundo con una hebra. Cuando el marino suelta uno de los cabos, tiene viento favorable; si suelta otro, el viento arrecia, y si deja el tercero y el cuarto, entonces se levanta una tempestad que derriba los árboles. ¿No querrías procurar a esta niña un elixir que le dé la fuerza de doce hombres y le permita dominar a la Reina de las Nieves?

- ¡La fuerza de doce hombres! -dijo la finlandesa-. No creo que sirviera de gran cosa -. Y, dirigiéndose a un anaquel, cogió una piel arrollada y la desenrolló. Había escritas en ella unas letras misteriosas, y la mujer se puso a leer con tanto esfuerzo, que el sudor le manaba de la frente.

Pero el reno rogó con tanta insistencia en pro de Gerda, y ésta miró a la mujer con ojos tan suplicantes y llenos de lágrimas, que la finlandesa volvió a pestañear y se llevó al animal a un rincón, donde le dijo al oído, mientras le ponía sobre la cabeza un nuevo pedazo de hielo:
- En efecto, es verdad: Kay está aún junto a la Reina de las Nieves, a pleno gusto y satisfacción, persuadido de que es el mejor lugar del mundo. Pero ello se debe a que le entró en el corazón una astilla de cristal, y en el ojo, un granito de hielo. Hay que empezar por extraérselos; de lo contrario, jamás volverá a ser como una persona, y la Reina de las Nieves conservará su poder sobre él.

- ¿Y no puedes tú dar algún mejunje a Gerda, para que tenga poder sobre todas esas cosas?
- No puede darle más poder que el que ya posee. ¿No ves lo grande que es? ¿No ves cómo la sirven hombres y animales, y lo lejos que ha llegado, a pesar de ir descalza? Su fuerza no puede recibirla de nosotros; está en su corazón, por ser una niña cariñosa e inocente. Si ella no es capaz de llegar hasta la Reina de las Nieves y extraer el cristal del corazón de Kay, nosotros nada podemos hacer. A dos millas de aquí empieza el jardín de la Reina; tú puedes llevarla hasta allí; déjala cerca de un gran arbusto que crece en medio de la nieve y está lleno de bayas rojas, y no te entretengas contándole chismes; vuélvete aquí enseguida.

Dicho esto, la finlandesa montó a Gerda sobre el reno, el cual echó a correr a toda velocidad.
- ¡Oh, me dejé los zapatitos! ¡Y los mitones! -exclamó Gerda al sentir el frío cortante; pero el reno no se atrevió a detenerse y siguió corriendo hasta llegar al arbusto de las bayas rojas. Una vez en él, hizo que la niña se apease y la besó en la boca, mientras por sus mejillas resbalaban grandes y relucientes lágrimas; luego emprendió el regreso a galope tendido. La pobre Gerda se quedó allí descalza y sin guantes, en medio de aquella gélida tierra de Finlandia.

Echó a correr de frente, tan deprisa como le era posible. Vino entonces todo un ejército de copos de nieve; pero no caían del cielo, el cual aparecía completamente sereno y brillante por la aurora boreal. Los copos de nieve corrían por el suelo, y cuanto más se acercaban, más grandes eran. Gerda se acordó de lo grandes y bonitos que le habían parecido cuando los contempló a través de una lente; sólo que ahora eran todavía mucho mayores y más pavorosos; tenían vida, eran los emisarios de la Reina de las Nieves. Presentaban las formas más extrañas; unos parecían enormes y feos erizos; otros, arañas apelotonadas que sacaban las cabezas; otros eran como gordos ositos de pelo hirsuto; pero todos tenían un brillo blanco y todos eran vivos.

Gerda rezó un padrenuestro, y el frío era tan intenso, que podía ver su propia respiración, que le salía de la boca en forma de vapor. Y el vapor se hacía cada vez más denso, hasta adoptar la figura de angelitos radiantes, que iban creciendo a medida que se acercaban a la tierra; todos llevaban casco en la cabeza, y lanza y escudo en las manos. Su número crecía constantemente, y cuando Gerda hubo terminado su padrenuestro, la rodeaba todo un ejército. Con sus lanzas picaban los horribles copos, haciéndolos estallar en cien pedazos, y Gerda avanzaba segura y contenta.

Los ángeles le acariciaban manos y pies, con lo que ella sentía menos el frío; y se dirigió rápidamente al palacio de la Reina de las Nieves.

Pero veamos ahora cómo lo pasaba Kay, quien no pensaba, ni mucho menos, en Gerda, ni sospechaba siquiera que estuviese frente al palacio.

XOXO
Recuerda que puedes seguirme en:

miércoles, 6 de mayo de 2009

Cuento: La Reina de las Nieves (V)

QUINTO EPISODIO:

La pequeña bandolera
Avanzaban a través del bosque tenebroso, y la carroza relucía como una antorcha. Su brillo era tan intenso, que los ojos de los bandidos no podían resistirlo.

- ¡Es oro, es oro! -gritaban, y, arremetiendo con furia, detuvieron los caballos, dieron muerte a los postillones, al cochero y a los criados y mandaron apearse a Gerda.
- Está gorda, apetitosa, la alimentaron con nueces -dijo la vieja de los bandidos, que era barbuda y tenía unas cejas que le colgaban por encima de los ojos.
- Será sabrosa como un corderillo bien cebado. ¡Se me hace la boca agua! -y sacó su afilado cuchillo, que daba miedo de brillante que era.

- ¡Ay! -gritó al mismo tiempo, pues su propia hija, que se le había subido a la espalda, acababa de pegarle un mordisco en la oreja; era salvaje y endiablada como ella sola-. ¡Maldita rapaza! -exclamó la madre, renunciando a degollar a Gerda.
- ¡Jugará conmigo! -dijo la niña de los bandoleros.
- Me dará su manguito y su lindo vestido, y dormirá en mi cama ¬y pegó a la vieja otro mordisco, que la hizo saltar y dar vueltas, mientras los bandidos reían y decían:
- ¡Cómo baila con su golfilla!
- ¡Quiero subir al coche! -gritó la pequeña salvaje, y hubo que complacerla, pues era malcriada y terca como ella sola. Ella y Gerda subieron al carruaje y salieron a galope a campo traviesa. La hija de los bandoleros era de la edad de Gerda, pero más robusta, ancha de hombros y de piel morena. Tenía los ojos negros, de mirada casi triste. Rodeando a Gerda por la cintura, le dijo: - No te matarán mientras yo no me enfade contigo ¿Eres una princesa, verdad?
- No -respondió Gerda, y le contó todas sus aventuras y lo mucho que ansiaba encontrar a su Kay.

La otra la miraba muy seriamente; hizo un signo con la cabeza y dijo: - No te matarán, aunque yo me enfade; entonces lo haré yo misma -. Y secó los ojos de Gerda y metió las manos en el hermoso manguito, tan blando y caliente.

El coche se detuvo; estaban en el patio de un castillo de bandoleros, todo él derruido de arriba abajo. Cuervos y cornejas salían volando de los grandes orificios, y enormes perros mastines, cada uno de los cuales parecía capaz de tragarse un hombre, saltaban sin ladrar, pues les estaba prohibido.

En la espaciosa sala, vieja y ahumada, ardía un gran fuego en el centro del suelo de piedra; el humo se esparcía por debajo del techo, buscando una salida. Cocía un gran caldero de sopa, al mismo tiempo que asaban liebres y conejos.

- Esta noche dormirás sola conmigo y con mis animalitos -dijo la hija de los bandidos.
Diéronle de comer y beber, y luego las dos niñas se apartaron a un rincón donde había paja y alfombras. Encima, posadas en estacas y perchas, había un centenar de palomas, dormidas al parecer, pero que se movieron un poco al acercarse las chicas.

- Todas son mías -dijo la hija de los bandidos, y, sujetando una por los pies, la sacudió violentamente, haciendo que el animal agitara las alas-. ¡Bésala! -gritó, apretándola contra la cara de Gerda-. Allí están las palomas torcaces, las buenas piezas -y señaló cierto número de barras clavadas ante un agujero en la parte superior de la pared-. También son torcaces aquellas dos; si no las tenemos encerradas, escapan; y éste es mi preferido -y así diciendo, agarró por los cuernos un reno, que estaba atado por un reluciente anillo de cobre en torno al cuello-. No hay más remedio que tenerlo sujeto, de lo contrario huye. Todas las noches le hago cosquillas en el cuello con el cuchillo, y tiene miedo -. Y la chiquilla, sacando un largo cuchillo de una rendija de la pared, lo deslizó por el cuello del reno. El pobre animal todo era patalear, y la chica venga reírse.

Luego metió a Gerda en la cama con ella.
- ¿Duermes siempre con el cuchillo a tu lado? -preguntó Gerda, mirando el arma un si es no es nerviosa.
- ¡Desde luego! -respondió la pequeña bandolera-. Nunca sabe una lo que puede ocurrir. Pero vuelve a contarme lo que me dijiste antes de Kay y por qué te fuiste por esos mundos.

Gerda le repitió su historia desde el principio, mientras las palomas torcaces arrullaban en su jaula y las demás dormían. La hija de los bandidos pasó un brazo en torno al cuello de Gerda, y, con el cuchillo en la otra mano, se puso a dormir y a roncar. Gerda, en cambio, no podía pegar los ojos, pues no sabía si seguiría viva o si debía morir. Los bandidos, sentados alrededor del fuego, cantaban y bebían, mientras la vieja no cesaba de dar volteretas. El espectáculo resultaba horrible para Gerda.

En esto dijeron las palomas torcaces: - ¡Ruk, ruk!, hemos visto a Kay. Un pollo blanco llevaba su trineo, él iba sentado en la carroza de la Reina de las Nieves, que volaba por encima del bosque cuando nosotras estábamos en el nido. Sopló sobre nosotras y murieron todas menos nosotras dos. ¡Ruk, ruk!

- ¿Qué estáis diciendo ahí arriba? -exclamó Gerda- ¿Adónde iba la Reina de la Nieves? ¿Sabéis algo?
- Al parecer se dirigía a Laponia, donde hay siempre nieve y hielo. Pregunta al reno atado ahí.
- Allí hay hielo y nieve, ¡qué magnífico es aquello y qué bien se está! -dijo el reno-. Salta uno con libertad por los grandes prados relucientes. Allí tiene la Reina de las Nieves su tienda de verano; pero su palacio está cerca del Polo Norte, en las islas que llaman Spitzberg.
- ¡Oh, Kay, Kay! -suspiró Gerda.
- ¿No puedes estarte quieta? -la riñó la hija de los bandidos- ¿O quieres que te clave el cuchillo en la barriga?

A la mañana siguiente Gerda le contó todo lo que le habían dicho las palomas torcaces; la muchacha se quedó muy seria, movió la cabeza y dijo: - ¡Qué más da, qué más da! ¿Sabes dónde está Laponia? -preguntó al reno.
- ¿Quién lo sabría mejor que yo? -respondió el animal, y sus ojos despedían destellos-. Allí nací y me crié. ¡Cómo he brincado por sus campos de nieve!

- ¡Escucha! -dijo la muchacha a Gerda-. Ya ves que todos nuestros hombres se han marchado, pero mi madre sigue en casa. Más tarde empinará el codo y echará su siestecita; entonces haré algo por ti -. Saltando de la cama, cogió a su madre por el cuello y, tirándole de los bigotes, le dijo: - ¡Buenos días, mi dulce chivo! -. La vieja correspondió a sus caricias con varios capirotazos que le pusieron toda la nariz amoratada; pero no era sino una muestra de cariño.

Cuando la vieja, tras unos copiosos tragos, se entregó a la consabida siestecita, la hija llamó al reno y le dijo: - Podría divertirme aún unas cuantas veces cosquilleándote el cuello con la punta de mi afilado cuchillo; ¡estás entonces tan gracioso! Pero es igual, te desataré y te ayudaré a escapar, para que te marches a Laponia. Pero cuida de brincar con ánimos y de conducir a esta niña al palacio de la Reina de las Nieves, donde está su compañero de juegos. Ya oíste su relato, pues hablaba bastante alto y tú escuchabas.
El reno pegó un brinco de alegría. La muchacha montó a Gerda sobre su espalda, cuidando de sujetarla fuertemente y dándole una almohada para sentarse.

- Así estás bien -dijo-, ahí tienes tus botas de piel, pues hace frío; pero yo me quedo con el manguito; es demasiado precioso. No te vas a helar por eso. Te daré los grandes mitones de mi madre que te llegarán hasta el codo; póntelos... así; ahora tus manos parecen las de mi madre.

Gerda lloraba de alegría.
- No puedo verte lloriquear -dijo la hija de los bandidos-. Debes estar contenta; ahí tienes dos panes y un jamón para que no pases hambre -. Ató las vituallas a la grupa del reno, abrió la puerta, hizo entrar todos los perros y, cortando la cuerda con su cuchillo, dijo al reno: - ¡A galope, pero mucho cuidado con la niña!

Gerda alargó las manos, cubiertas con los grandes mitones, hacia la muchachita, para despedirse de ella, y enseguida el reno emprendió la carrera a campo traviesa, por el inmenso bosque, por pantanos y estepas, a toda velocidad. Aullaban los lobos y graznaban los cuervos; del cielo llegaba un sonido de « ¡p-ff, p-ff!», como si estornudasen.

- ¡Son mis auroras boreales! -dijo el reno-. Mira cómo brillan -. Y redobló la velocidad, día y noche. Se acabaron los panes y el jamón, y al fin llegaron a Laponia.
XOXO
Recuerda que puedes seguirme en: